Vacaciones solidarias: descanso y algo más


Con Telefónica y Acindar como pioneras, las empresas locales se suman a esta movida mediante sus programas de voluntariado. No sólo envían empleados a participar de iniciativas sociales en el exterior, también posicionaron a Argentina como destino solidario.

A través del voluntariado corporativo las empresas le dieron un twist al vacacionar de sus empleados e incorporaron el componente solidario a sus días de descanso. Con estas iniciativas, el compromiso social pasa a integrarse en el ADN corporativo y en el de sus empleados, más allá del horario laboral.

En Argentina, Fundación Telefónica y Fundación Acindar, junto a Habitat para la Humanidad, ya se volvieron pioneras de las vacaciones solidarias. No sólo convirtieron a Argentina en destino obligado para voluntarios internacionales de sus empresas, sino que también enviaron embajadores locales a distintos países del mundo. Básicamente, se trata de un programa donde todos colaboran: los voluntarios ceden sus días de vacaciones, mientras que las empresas se hacen cargo de los gastos y realizan una inversión en el proyecto en el que van a participar.

Caso Acindar
“Es un espacio de socialización distinto del laboral. Lo que se pretende es impulsar el compromiso de los empleados en actividades que son de servicio a la comunidad y fortalecer el orgullo de trabajar en la compañía”, expresó Bárbara Verino, Coordinadora de Comunicaciones Internas de Acindar, sobre los beneficios de este formato.

Las primeras vacaciones solidarias del grupo tuvieron lugar en 2010 en la región de Saraya, Senegal, donde ayudaron a organizar un campamento móvil de salud para las comunidades cercanas a las operaciones mineras de la compañía. Tras el éxito de este primer proyecto, la fundación decidió repetir la experiencia en otros lugares. Cada año la fundación elige los países a los que se va a ir y con el equipo local organiza la actividad, asociada a temáticas de salud, educación o desarrollo de las comunidades.

La primera tanda de argentinos en participar del programa lo hizo en el 2011. Ese año cinco voluntarios nacionales pasaron sus vacaciones en distintos destinos: Sudáfrica, México y Brasil. La experiencia se repitió en el 2012 y en esa ocasión tres personas fueron destinadas a Sudáfrica, México y Bosnia.

Más tarde, Hábitat para la Humanidad fue la aliada ideal en las vacaciones destinadas a la construcción de viviendas. La dialéctica de trabajo entre la ONG y la empresa se extendió a varios lugares del mundo y llegó a Argentina en el 2011 cuando once voluntarios provenientes de México, Brasil, Costa Rica, Francia, Colombia y la India pasaron una semana en los barrios 22 de enero y Un techo para todos de Ciudad Evita, construyendo junto a voluntarios locales de la empresa, la ONG y la comunidad.

“Lo más destacado fue que sus vacaciones las dedicaron exclusivamente a esto. Fue una especie de ofrecimiento, de entrega, es algo que es bastante fuerte porque podrían estar viajando a otros lugares del mundo y a ellos realmente lo que los motivó fue poder comprometerse y venir y conocer esta realidad”, destacó Luis Piccini, Coordinador de Comunicaciones en Hábitat para la Humanidad.

La ONG fue la encargada de recibir a los voluntarios y de capacitarlos desde el primer día en las tareas que iban a realizar. Durante esa semana, Hábitat, las familias y los empleados buscaron el cumplimiento de los objetivos de cada jornada de trabajo.

Caso Telefónica
En el caso de la Fundación Telefónica se trata de un programa ya maduro, que va por su cuarta edición. Si hablamos de Argentina, la sede tiene todavía mayor experiencia, es el sexto año en el que participa de la iniciativa, ya que las primeras pruebas piloto fueron realizadas acá.

“La experiencia termina siendo muy enriquecedora fundamentalmente por esto de compartir, de intercambiar, de vivir otras culturas, de estar relacionados con una comunidad donde hay necesidades y de ver que en ese poco tiempo que están, se brindan, y a partir de ahí ayudan a mejorar las condiciones de vida”, resumió Daniel Brennan, Responsable del Programa Voluntariado Corporativo de Telefónica.

El ya clásico del grupo recibió en esta edición 2013 600 solicitudes de 21 países para cubrir 80 cupos. Cuatro candidatos de Argentina quedaron entre los elegidos, que viajaron por quince días a organizaciones Proniño de Colombia, Ecuador, México y Perú, entre el 15 de julio y el 15 de septiembre. Para filtrarlos, los candidatos llenaron una encuesta que fue evaluada y ranqueada de manera local, teniendo en cuenta aspectos de motivación, experiencia, capacitación y habilidades.

Un proceso similar de selección por encuestas es el que se llevó adelante Acindar, con la diferencia de que en el caso de Telefónica, la decisión final estuvo en manos de la Fundación Entreculturas de España. Esta organización social independiente, experta en cooperación internacional, adecuó cada perfil a los ocho proyectos elegidos de este año.

Tanto en 2011 como en 2012 nuestro país había sido uno de los elegidos para el programa de voluntariado de Telefónica. En la primera ocasión, empleados de la empresa de República Checa, España, Alemania, Venezuela, Ecuador y Nicaragua participaron de distintas actividades recreativas en la Escuela Municipal Nº 10 y la Sociedad de Fomento Cerrito Sur en la ciudad de Mar del Plata, junto a la asociación civil Conciencia.

Al año siguiente, La Feliz volvió a ser el lugar elegido para siete voluntarios de España, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Colombia y Guatemala. Nuevamente de la mano de Conciencia, trabajaron en diferentes actividades lúdico-pedagógicas orientadas a generar los espacios de los cuales los niños son despojados cuando se encuentran en situación laboral, como sus derechos a la educación, el juego y la salud.

Sin embargo, el 2013 presentó un desafío y una nueva oportunidad para la sede de Telefónica Argentina. Tras no ser favorecida por España como país destino de los voluntarios, la empresa decidió no quedarse de brazos cruzados. Aprovechó el proyecto que había armado y tras hacerle unas modificaciones, le dio la oportunidad a los empleados locales de participar. Se presentaron 38 voluntarios para cubrir cinco plazas para trabajar junto a la Asociación Conciencia en San Carlos de Bariloche, Río Negro, del 6 al 12 de Octubre.

“Esta readaptación que hicimos nosotros de que los voluntarios de Argentina puedan hacer vacaciones solidarias en la Argentina me parece que también es un plus porque necesidades hay en todos lados y además está bueno vincularse en el país de donde uno es”, resaltó Brennan sobre esta alternativa que adoptaron y que la fundación planea repetir el año que viene.

En primera persona
Las dos ediciones del programa Vacaciones Solidarias de Acindar en las que participó Argentina implicaron a los voluntarios de una manera muy profunda. De hecho, los beneficiarios terminan siendo muchas veces más que las personas destinatarias de los programas.

“Es lindo y la verdad que es muy fuerte. La experiencia es sensacional, tanto por haber conocido chicos de otros lados del grupo, como por el voluntariado, la gente de Hábitat, la realidad del país que me tocó que para mí era intensa y también era fuerte por la historia que tiene el país en sí”, recordó Anabella Marsetti, Analista de Desarrollo y Empleos en Acindar, sobre el tiempo que pasó en Johannesburgo, Sudáfrica en el 2011.

Marsetti fue parte de la primera tanda de voluntarios argentinos en participar. Cuatro colegas suyos más fueron destinados ese año a México y Brasil. Al año siguiente, 97 trabajadores de 23 países participaron en diez proyectos de vacaciones solidarias, beneficiando a más de 3.000 personas. En esa ocasión tres argentinos fueron parte de las brigadas.

También destinado a Sudáfrica, Marcos Daldovich pasó su semana como voluntario conociendo una realidad que lo marcó profundamente. “Fue una experiencia única e increíble que despertó en mí muchas sensaciones encontradas en relación al pueblo sudafricano: por un lado, reconocer su lucha, su perseverancia y su pasión, y por otro, registrar la desigualdad, la pobreza y la falta de recursos básicos con las que deben lidiar día a día”, recordó sobre su tiempo en suelo africano.

En ocasiones, a estas diferencias culturales se le suma las diferencias idiomáticas que se presentan como un nuevo desafío a superar. “Si bien al principio costó mucho la comunicación con la gente del lugar, luego de algunos días pudimos entendernos. En definitiva, todos manejábamos el idioma de la solidaridad y el compañerismo. Aprendí a respetar las diferentes costumbres de cada cultura y a valorar no sólo las idiosincrasias de otros países, sino también del nuestro”, destacó Yesica Vera, destinada en 2012 en relación a su semana en Prijedor, Bosnia, para llevar adelante actividades de reconciliación post guerra entre grupos étnicos y religiosos diferentes.

Estas experiencias hacen que más de una vez los voluntarios se involucren de lleno y se comprometan a más cosas que las pautadas. Así fue el caso de Emanuel Yocca, catalogado por la coordinadora del grupo de trabajo en México en 2012 como “el alma del equipo”, que además de las tareas de construcción de viviendas asignadas, tuvo la iniciativa de confeccionar junto a otro compañero de España una estructura de hamacas para que los chicos pudieran jugar y disfrutar. “Una vez allí, experimenté muchas sensaciones tales como la adrenalina de viajar a México y no saber con qué me iba a encontrar, la alegría de haber colaborado con quienes más lo necesitan y la tristeza de no poder continuar ayudándolos aún más”, señaló Yocca.

La experiencia de Hábitat

Por fuera de las vacaciones solidarias en plan corporativo, Hábitat para la Humanidad, a través de su programa Global Village, invita a personas de todo el mundo a ayudar a una comunidad. El objetivo siempre es el mismo: trabajar al lado de familias con necesidad de una vivienda adecuada. Pero la amalgama de culturas hace que las experiencias que se viven sean siempre únicas.
La llegada de contingentes de lo más variados, llevan a Hábitat y a los propios voluntarios a sumergirse en actividades interculturales que van más allá de la construcción de casas. Así pasó del 22 de septiembre al 29 de septiembre, cuando dos leyendas del rugby irlandés, Brent Pope y Paddy Johns, llegaron a González Catán para pasar una semana ayudando a las familias del barrio.
La campaña terminó adoptando una estética diferente y hasta el eslogan se tiñó de rugby: “Anotá un try solidario”. De esta forma, sin perder de vista el objetivo principal, la construcción de viviendas, la semana estuvo cargada de actividades después de terminar la jornada laboral. Entre ellas, una clínica de rugby en el club barrial Beromama con ex-Pumas y una recepción y conferencia de prensa en la Embajada de Irlanda.
La anécdota es una más de las que se generan gracias a estos encuentros que redundan en mucho más que beneficencia para las familias. “El desafío, más allá de traer un par de manos o alguna donación concreta, es que en el barrio lo que sembremos sea esperanza”, resumió Luis Piccini, Coordinador de Comunicaciones en Hábitat para la Humanidad, sobre el logro intangible que se persigue en esta iniciativa.

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