El 10% de los niños argentinos trabaja


Éste y otros resultados igual de preocupantes se desprenden de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes 2016-2017 realizada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y el INDEC.

El trabajo infantil es una problemática presente en todas las sociedades. Y si bien su incidencia se viene reduciendo sistemáticamente en casi todas partes del mundo, su concentración en determinados grupos poblacionales persiste y requiere la atención de todos los actores, empezando por los gobiernos.

El trabajo infantil en el mundo

A nivel global, la cantidad de niños de 5 a 14 años que trabajan ha disminuido de 211 millones a 130 millones entre los años 2000 y 2016.

Esto equivale a una caída del 38% en 16 años a una tasa de casi el 3% anual.

Conscientes de esto, con el fin de medir y diagnosticar con precisión la situación en el país, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS), a través de la Dirección General de Estudios Macroeconómicos y Estadísticas Laborales, en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) realizaron la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) 2016-2017.

"La principal contribución de este proyecto es generar información estadística actualizada sobre el tema y aportar conocimiento para el diseño y planificación estratégica de la política pública dirigida a la prevención y erradicación del trabajo infantil", explicó Jorge Todesca, Director del Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Se trata de la segunda encuesta de este tipo aplicada en Argentina, con su antecedente realizada en el año 2004. Es la primera de carácter nacional, ya que su cobertura muestral abarca a toda la población, tanto la residente en zonas urbanas como la que integran las áreas rurales.

"Tres instituciones internacionales han colaborado activamente en esta encuesta. Funcionarios de UNICEF han participado activamente en discusiones de varios de los pasos necesarios y han aportado su apoyo en el trabajo de campo. Con la OIT hemos discutido cuestionarios y resultados, teniendo en cuenta su liderazgo en la EANNA 2004. Finalmente, la financiación de la encuesta corrió en su mayor parte por el préstamo BIRF-8464 del Banco Mundial, con cuyos representantes hemos avanzado, además, en varios aspectos técnicos", remarcó Jorge Triaca, Secretario de Gobierno de Trabajo y Empleo Ministerio de Producción y Trabajo.

¿De qué hablamos?

El concepto de trabajo infantil que se maneja en la publicación considera el conjunto de actividades productivas desarrolladas por los niños de 5 a 15 años y los adolescentes de 16 y 17 años.

De acuerdo a la Ley N° 26.390, a partir de los 16 años, los adolescentes pueden trabajar con ciertas protecciones especiales.

Las actividades productivas incluyen el trabajo orientado al mercado (trabajo en la ocupación), la realización de actividades de autoconsumo y el desarrollo de tareas domésticas de manera intensiva.

Una problemática que persiste a pesar de los avances
Con la lupa puesta en el territorio federal, los resultados son agridulces. Por un lado, Argentina sigue la tendencia mundial de mostrar una baja en la problemática y ha sido históricamente más baja en comparación con otros países de la región.

Por el otro, las cifras indicaron que el 10% de los niños argentinos realizan al menos una actividad productiva. El fenómeno tiene una mayor incidencia en las áreas rurales (19,8%), y en las regiones del NOA y el NEA (13,6% y 13,1%, respectivamente).

El 10% de los niños argentinos realizan al menos una actividad productiva.

Además, la situación se intensifica entre los adolescentes: el 31,9% realiza al menos una labor, mientras que en las áreas rurales lo hacen el 43,5%. Al igual que con los más chicos, en las regiones de NOA y NEA la incidencia del trabajo productivo es mayor entre los adolescentes (36,8% y 33,4%, respectivamente).

Así, las distintas formas del trabajo están más extendidas en las zonas rurales, e inciden en mayor medida entre los adolescentes. Y sin importar edad o contexto, los principales motivos que los impulsan al mercado laboral están relacionados con la ayuda familiar y la necesidad de ganar dinero para sus gastos y los de su hogar.

Diferencias y factores en común
Las diferencias se hicieron patentes en distintos tipos de factores, empezando por la temática de género. Mientras que los varones se encuentran más vinculados con el desarrollo de actividades mercantiles y de autoconsumo, las niñas y adolescentes participan en mayor medida de las actividades domésticas intensivas. Según los expertos, esto refleja patrones culturales de división sexual del trabajo que tienden a replegarlas en dicho ámbito y que se constatan en todas las regiones del país.

La cuestión de género se agudiza: las brechas de ingresos entre mujeres y varones adultos comienzan en la niñez y se profundizan en la adolescencia. Mientras que las niñas —tanto urbanas como rurales— ganan un salario medio 22% inferior al de sus pares varones, el salario medio de una adolescente urbana es un 40% inferior al de los varones y entre sus pares rurales el gap alcanza al 58%.

La cuestión de género se agudiza: las brechas de ingresos entre mujeres y varones adultos comienzan en la niñez y se profundizan en la adolescencia.

Otro aspecto a destacar es la relación laboral que prevalece según la edad, ya sin distinción de sexo. Entre los más chicos, es la ayuda familiar a padres u otras personas de su entorno cercano. Pero a medida que crecen, se extienden las relaciones salariales de tipo precario y los acuerdos cuentapropistas informales, principalmente entre los que trabajan en el medio rural. De la totalidad de los casos, la amplia mayoría carece de cualquier tipo de beneficio social derivado de su trabajo.

La intensidad de la jornada laboral es otro indicador que llama especialmente la atención ya que compite con el rendimiento educativo. Entre los más chicos, el 8,5% de los urbanos y 6,1% de los rurales desarrolla jornadas de 36 o más horas semanales. Mientras que entre los adolescentes, la jornada de trabajo a tiempo completo se intensifica: más de uno de cada cuatro varones equipara su tiempo de trabajo con el de un adulto ocupado de tiempo completo. Por su parte, el trabajo nocturno se intensifica en el medio urbano, principalmente entre las mujeres. Esto se debe en gran parte a los trabajos de cuidados que realizan.

La intensidad de la jornada laboral es otro indicador que llama especialmente la atención ya que compite con el rendimiento educativo.

Más allá de las peculiaridades, hay realidades en común. Entre niños y adolescentes por igual se evidencian condiciones de trabajo desfavorables: a uno de cada tres le cansa la actividad que realiza; cerca de uno de cada tres señala que siente exceso de frío o calor al efectuar su trabajo; y uno de cada cuatro niños urbanos desarrolla su actividad en la calle o algún medio de transporte.

El impacto en la trayectoria escolar
Con todo lo que implica, el trabajo infantil en cualquiera de sus formas incide en las trayectorias educativas de quienes lo realizan. Las principales problemáticas que afectan a los niños que trabajan están relacionadas con las llegadas tarde y, en segundo plano, con las inasistencias frecuentes a la escuela.

Entre los adolescentes, la asistencia escolar es menor: mientras el 87,4% de los adolescentes urbanos asisten a un establecimiento escolar, en las áreas rurales lo hace el 75,1%. De igual manera, se registran mayores niveles de repitencia, lo que se intensifica entre aquellos que realizan una actividad productiva.

Y en el medio rural, los impactos negativos del trabajo se profundizan: el 45,5% de los varones y el 23% de las mujeres que trabajan para el mercado no concurren a un establecimiento educativo. Nuevamente en el NOA y NEA se observan los mayores niveles de deserción escolar entre los adolescentes que trabajan, aunque con niveles relativos diferenciales según se trate de áreas urbanas o rurales.

Sin importar si se trata de un área urbana o rural, las expectativas sobre el futuro presentan diferencias según el sexo: las niñas y adolescentes tienen mayor propensión a solo estudiar y sus pares varones a solo trabajar al cumplir los 18 años de edad.

Las expectativas sobre el futuro presentan diferencias según el sexo: las mujeres tienen mayor propensión a solo estudiar y sus pares varones a solo trabajar al cumplir los 18 años de edad.

"Mucho se está discutiendo sobre el futuro del trabajo, y está bien que sea así, pues el cambio tecnológico y la inserción mundial están llevando a rápidos cambios en el mundo del trabajo. Pero, para que haya un futuro del trabajo, tiene que haber un futuro para los niños y niñas de nuestro país. Ese futuro se logra sin trabajo infantil", remarcó Triaca.

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