La mirada de dos expertos argentinos, sobre la cumbre de París


Enrique Maurtua Konstantinidis, Coordinador del Proyecto Agendas Climáticas de FARN, y María Rigou, Referente de UADE en Sustentabilidad e integrante de la delegación argentina, dieron el presente en la COP. Reflexionan sobre el proceso previo al acuerdo y lo que se viene.

Durante la 21ª Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP) se logró lo inesperado: la firma del primer acuerdo global en materia climática. Una tarea nada fácil si se tiene en cuenta los intereses de 196 países dispares en cuanto a expectativas, prioridades y compromisos.
En esas dos semanas de negociaciones, cientos de argentinos llegaron a las puertas de París, algunos como parte de la comitiva nacional, otros como representantes de empresas y organizaciones de la sociedad civil. Todos, vivieron la atmósfera cargada de expectativa respecto a la posibilidad de concretar un documento vinculante y ambicioso con objetivos comunes y un plan de acción viable.

"Los representantes encargados de negociar los términos del acuerdo estaban expuestos a las presiones y las manifestaciones de lo más variadas llevadas a cabo por la sociedad civil y las empresas. La responsabilidad de los delegados era grande y los ojos del mundo estaban puestos observando de qué manera estas pocas personas en el presente decidían la suerte futura de muchos. Había una sensación de urgencia . Se hablaba mucho de aprovechar el “momentum”. Eso era lo que se respiraba en los pasillos y en las salas en donde se negociaba y también en los espacios en los que se expresaban ciudadanos y organizaciones", apuntó María Rigou, Referente de UADE en temas de Sustentabilidad e integrante de la delegación argentina.

Es por ello que pese a las voces disonantes, se percibió como positivo el pacto que sienta las bases para lograr la descarbonización de la economía global en la próxima centuria. "Esta cumbre marca un hito en la historia climática por lo que significa tener un acuerdo de esta naturaleza. Es cierto que el acuerdo no es completo, pero realmente marca señales que no pueden pasar desapercibidas", expresó Enrique Maurtua Konstantinidis, Coordinador del Proyecto Agendas Climáticas Nacionales de FARN, que asistió al evento en representación de la organización como observador.

¿Cuáles fueron las temáticas más desafiantes?
Algunos temas fundamentales mantuvieron en vilo las negociaciones. Entre ellos, la cuestión fundamental del financiamiento, con las naciones más vulnerables exhortando la responsabilidad de los ricos y los países desarrollados exigiendo que otras potencias se sumen a la división de esta carga. "Desde el primer día se establecieron cuáles serían los parámetros que debía lograr el acuerdo para que fuera exitoso. Me refiero no solo al tema del monto para la financiación sino también de la distribución equitativa de la carga. Las naciones tienen distintos niveles de desarrollo, pero también diferentes responsabilidades en función de la contaminación pasada y presente y también están expuestos de manera diferenciada a los impactos del cambio climático", explicó Rigou.

Para la consultora, el acuerdo logró sortear bastante bien las dificultades que suponía esta idea de responsabilidades comunes pero diferenciadas. Mientras que ve que el desafío de ahora es dictaminar cómo se juntan y cómo se distribuyen estos US$ 100.000 millones anuales a cargo de los países desarrollados que desde el 2020 financiarán la transición.

También encontró momentos de tensión muy grande el tópico de daños y perdidas. "El clima va a cambiar igual, sin importar lo que hagamos. Para eso nos tenemos que adaptar y a veces la adaptación no alcanza. Cómo reparar el daño o afrontar las pérdidas muy delicado", observó Maurtua Konstantinidis. Para el representante de FARN, se trató de un reclamo muy válido por parte de las naciones más vulnerables y pobres, frente a las que actores como Estados Unidos adoptaron una posición muy dura contra cualquier cláusula que obligue a los países desarrollados a tomar responsabilidades.

Este finalmente fue uno de los puntos más criticados. De todos modos, el vocero de la ONG explica que si bien la Decisión que complementa al acuerdo establece que el artículo referido a daños y pérdidas no crea un nuevo derecho internacional para exigir una compensación, no excluye otras herramientas legales internacionales para buscar ese mismo resultado.

¿Un acuerdo tibio?
Y lo mismo sucede a lo largo de todas las "ausencias" que se hicieron sentir. "Es un acuerdo que es bueno porque toca casi todos los temas que tenía que tocar y si bien no lo hace con la exigencia esperada, están los temas y la puerta queda abierta para que se sigan trabajando", resaltó Maurtua Konstantinidis. Con un objetivo establecido a largo plazo, escrito a nivel general, hay elementos que son útiles y que permiten seguir avanzando.

"El primer punto importante del acuerdo es la conciencia colectiva de que el cambio climático es una realidad que nos afecta a todos y que debe ser enfrentada con urgencia. Esto que parece obvio, no sucedía hace unos pocos años atrás. También hay acuerdo acerca de los límites permitidos para el calentamiento global. Por otra parte, fue fundamental el enfoque top down y bottom up, es decir que las soluciones surgieran voluntariamente de abajo hacia arriba y que una vez acordada la gobernanza global para el tema también debe bajar compromisos vinculantes de arriba hacia abajo", resaltó Rigou. Este último punto fue una de las razones por las que Copenhague falló, cuando la redacción de un documento por parte de solo cinco países se propuso para la firma.

Y es que desde 2009 a la fecha, sin duda ha habido una evolución de los países y de la concepción de la cumbre en sí misma. "Esta convención empieza a exceder las barreras de lo ambiental, empieza a cuestionar y a trabajar sobre cuál es el modelo de desarrollo de los países", comentó el representante de FARN. Esto fue un choque grande en Copenhague, donde las industrias no estaban preparadas y las políticas de estado no eran lo suficientemente maduras.

Los signos de compromiso del mercado
Así, Maurtua Konstantinidis señaló que a la vez que los mercados se encontraban a la expectativa de lo que sucedería en París, los gobiernos no se arriesgarían a tomar decisiones si las industrias no estaban preparadas. Y a diferencia de la cumbre fallida en 2009, en la actualidad hay una gran cantidad de iniciativas dentro y fuera que dan cuenta que el camino a seguir va por este lado.

Así se sintió incluso en la peliaguda cuestión de fuentes de energía. "Si uno quiere solucionar el tema del cambio climático, tiene que abandonar la quema de combustibles fósiles, una fuente fundamental del problema", disparó el representante de la FARN. Así, para el entrevistado cualquier movida que se tome deberá apuntar a esa industria. Y puso en relieve que aunque el acuerdo no haga mención a esta renuncia, con el objetivo a largo plazo, descarbonizar el mundo es abandonar las energías sucias. Es un mensaje contundente para las industrias que ya se está haciendo sentir en el mercado, con la baja de las acciones de carbono y la suba de las renovables y la decisión de varios fondos de inversión de desinvertir en fósiles.

La representante de la UADE observó que el sector privado presente en la COP demostró que sus intereses están alineados con los intereses ambientales. Con los líderes de las empresas más importantes del mundo reunidos, además de anunciar acuerdos y compromisos muy significativos, exigieron un marco regulatorio claro que permita que la economía limpia sea también competitiva. "Creo que uno de los secretos del éxito de París estuvo en esta convergencia de intereses de los distintos sectores. El cambio climático ya no es un tema solo de ambientalistas", opinó la consultora.

"Todos los actores llegaron a París con mucho trabajo previo. La sociedad civil estuvo muy activa manifestando en distintos puntos del planeta para dar a conocer la importancia que le da al tema. Las empresas armaron múltiples mesas de trabajo en función del país de origen, sector de la industria o simplemente por compartir preocupaciones como por ejemplo el tema del precio del carbono. Como resultado de estos acuerdos anteriores, la Cumbre sirvió como plataforma de lanzamiento de muchos proyectos", especificó al respecto Rigou.

Esta sinergia de actores se vuelve crucial si se tiene en cuenta que con los compromisos asumidos por 187 países (INDCS) todavía no se llega a lo que se ha establecido como el techo máximo de calentamiento aceptable (2 grados). Desde la visión de la entrevistada, es importante entender este acuerdo como producto de un proceso de maduración internacional. "En este sentido, es fundamental cumplir el objetivo de mantener el límite de la temperatura en 2ºC e inclusive realizar los esfuerzos para lograr el 1,5 ºC. No obstante hay que entender que la lógica de trabajo bottom up es un buen primer paso, aún cuando requiera de ajustes. Es decir, queda mucho por hacer pero esto no debe frustrarnos sino más bien motivar hacia redoblar los esfuerzos", expresó la referente de sustentabilidad de la UADE.

La lupa sobre Argentina
Con este panorama de evolución, muchos sectores esperan lo mismo de Argentina. Durante el último tiempo, el gobierno nacional estuvo negociando como parte de un bloque de afinidad ideológica ambiental en la que se encontraban países como India, China, los productores petroleros, los del ALBA de América Latina y Malasia. "Es un grupo que tiene posiciones duras, en especial cuando se habla de asumir nuevos compromisos por parte de países en vías de desarrollo. En algunos casos esas posiciones se ven como una excusa para no querer tomar acción, en especial en aquellos de renta media o de ingresos altos", alertó Enrique Maurtua Konstantinidis.

En cuanto al papel de la pata local, el representante de la FARN observó que a medida que avanzaban las negociaciones, Argentina flexibilizó su mandato, llegando a apoyar la medida de limitar la temperatura a 1,5°, por ejemplo. Sin embargo, el compromiso de reducción del 15% en comparación con una proyección hipotética, no tiene el nivel de ambición que se considera que se puede dar.
"Nuestro país ocupa el puesto 21 de emisores mundiales. Si se tiene en cuenta que hay 196 países, su nivel de responsabilidad es mucho más grande que por lo menos 170 de ellos", advirtió el representante de FARN. Solo mediante el recambio tecnológico de eficiencia energética se alcanzaría la meta nacional. Con un horizonte a 2030, muchos creen que la potencialidad en cuanto a lo que puede hacer es mayor. Con la llegada del nuevo gobierno también se hizo llegar la promesa de una revisión a la propuesta y volverla más ambiciosa.

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