La gran disputa es si el nuevo tratado fijará un objetivo para limitar la producción de plástico o si se centrar solo en el reciclaje. La decisión es crucial: la producción mundial pasó de 2 millones de toneladas en 1950 a 475 millones en 2022, y solo un 10% de los plásticos se recicla.
En Ginebra, delegados de casi 180 países, liderados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), iniciaron conversaciones para acordar un tratado jurídicamente vinculante que frene la crisis del plástico. Según el organismo, sin un acuerdo, la producción y los desechos podrían triplicarse hacia 2060, con graves daños ambientales y para la salud.
“La crisis se está saliendo de control y la gente está indignada. El plástico está en nuestros océanos, en la naturaleza y hasta en nuestros cuerpos”, advirtió la Directora Ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen. “Si seguimos en esta trayectoria, el mundo entero se ahogará en contaminación plástica”, disparó.
El borrador de tratado, de 22 páginas y 32 artículos, busca abarcar todo el ciclo de vida del plástico —desde el diseño hasta la eliminación— y promover la economía circular. Sus defensores lo equiparan en importancia al Acuerdo de París sobre cambio climático, pero advierten sobre la presión de petroestados, cuyos recursos fósiles son la base de la producción de plásticos.
Mucho más que reciclado
Para Andersen, “no saldremos de la crisis con más reciclaje; se necesita una transformación sistémica que cambie la forma en que producimos y consumimos plástico”. Algunos países deberán enfocarse en la reducción, otros en mejorar el reciclaje mecánico y otros en buscar alternativas.
Durante diez días, del 5 al 14 de agosto, delegaciones de 179 países analizarán minuciosamente el texto del Comité en el cónclave en la sede de la ONU en Ginebra, junto con más de 1.900 participantes de 618 organizaciones observadoras, científicos, ambientalistas y representantes de la industria.
Las conversaciones se desarrollan tras la resolución de 2022 en la que los Estados Miembros acordaron elaborar en dos años un instrumento legal global que ponga fin a la contaminación plástica, incluso en el medio marino. El problema abarca desde objetos cotidianos —como pajitas, vasos, bolsas y cosméticos con microplásticos— hasta grandes volúmenes de desechos que saturan océanos y vertederos.
Los principales puntos en discusión incluyen desde objetivos para reducir la producción de plásticos de un solo uso, pasando por prohibiciones de algunos de los químicos más nocivos en los plásticos y guías universales para el diseño de productos plásticos, hasta el financiamiento de estas acciones.
Casi 100 países respaldan un tratado “ambicioso” que limite la producción de plástico virgen a “niveles sostenibles”. Sin embargo, países con grandes industrias de combustibles fósiles y petroquímicas, apodados “petroestados” como Arabia Saudita, Rusia e Irán y ahora con el respaldo de Estados Unidos bajo el liderazgo de Donald Trump, buscan que el tratado se centre en el reciclaje y en medidas “voluntarias”. Para estos países, el plástico es un mercado en crecimiento a medida que la demanda de petróleo para energía y transporte disminuye, y limitar su producción podría implicar costos económicos a corto plazo.
Un recurso onmipresente y en crecimiento
Los niveles de producción de plástico han crecido exponencialmente en las últimas décadas. En 1950 se producían dos millones de toneladas; para 2022, esa cifra había aumentado a 475 millones de toneladas.
Aunque el plástico puede reutilizarse, el costo y la disponibilidad de infraestructura de reciclaje hacen que muy poco se recicle. Alrededor del 60% de todos los plásticos son de un solo uso y se estima que solo el 10% se recicla, según un análisis publicado en Nature.
Katrin Schneeberger, de la Oficina Federal para el Medio Ambiente de Suiza, subrayó que los residuos “asfixian lagos, dañan la vida silvestre y amenazan la salud humana” y llamó a actuar tanto sobre la producción como sobre el consumo.
Fuera de la sala de negociaciones, activistas reclamaron un tratado ambicioso. Shellan Saling, presidenta interina de la Red de Acción Plástica Juvenil, señaló que el plástico “afecta todo, desde el cambio climático hasta la fertilidad y los defectos de nacimiento; influye en discapacidades físicas e invisibles”.
El reto ahora es lograr un texto sólido y duradero que contemple las diferentes realidades nacionales y que pueda resistir la presión de intereses contrapuestos, garantizando a la vez que la transición no deje a nadie atrás.